miércoles, 30 de mayo de 2012

QUÉ AÑITO!

Hacía días y días que no escribía nada. Se me había llegado a pasar por la cabeza dejar de hacerlo definitivamente. He llegado a creer que esto de la educación institucionalizada, legalizada y ultra controlada no le interesa en realidad a nadie. O al menos, a nadie que no se dedique a la docencia (desde cualquiera de sus vertientes: magisterio, edición de materiales, de libros, creadores de actividades o talleres…).

Ha sido un año duro. Lo externo a las aulas ha sido duro (y puede que aún lo sea más) pero, en mi caso, lo realmente desmotivador ha estado dentro.

En tres semanas, los niños empezarán sus vacaciones y no veo el momento de que llegue el día (aunque yo siga trabajando).

Doy los buenos días, uno por uno a mis alumnos, cada mañana, mientras esperamos para subir a clase. Les comento su corte de pelo, el partido de ayer o les pregunto por lo que llevan en las manos (mira que llegan a llevar cosas en las manos los niños…!).

Empiezo todas mis clases con las cejas muy levantadas, los ojos muy abiertos e intentando hacerles creer que lo que vamos a hacer es fantástico.

He agrupado a mis alumnos de diferentes maneras. Les he propuesto actividades “de libro” y actividades creativas. Les he propuesto retos, he intentado hacerles escuchar y hacerles hablar.

He explicado a las familias la necesidad de la lectura diaria, de los correctos hábitos de sueño y de descanso, de la importancia de la puntualidad y del desarrollo de la autonomía de los niños. He recomendado visitas a oftalmólogos o a otros especialistas, dependiendo de los casos.

¿Y cuál ha sido el resultado? Ninguno.

A final de curso, solo dos alumnos responden a mi saludo y a mi despedida diaria uno a uno.

Mientras yo proponía con las cejas levantadas y los ojos muy abiertos, la visión que yo he tenido hora tras hora delante de mis ojos ha sido la de unos 20 niños cada uno a lo suyo (pintando en mesas, en papel de wc, en libros, sacando absolutamente todos los colores del estuche con ningún motivo, algunos hablando entre ellos, otros haciendo muecas a algún compañero, comiéndose la ropa, comiendo galletas, rompiendo las puntas de los lápices y los colores -propios y ajenos-, contando cromos…).

Cuando los he agrupado, unos han roto el material de otros, o se han pegado, o no han hecho nada de nada, a pesar de haber probado unas decenas de combinaciones de niños.

He visto alumnos (bueno, solo uno) durmiéndose día sí y día no en clase.  He tenido alumnos que sistemáticamente llegaban 15 minutos tarde; he tenido que explicar unas 150 veces que el trabajo no acabado en el cole y que se lleva a casa no son deberes, las mismas veces que he explicado que es trabajo del hijo y no del padre o la madre (como respuesta a la reclamación “es que no acabo nunca con los deberes”, dicho por progenitores).

Más de 20 de mis alumnos no han leído ni un solo día en casa con sus padres. Y en primero de Primaria, el tiempo de lectura en el colegio no siempre es suficiente. Como no leen, no entienden enunciados (ni mucho menos, textos más largos). Olvidémonos pues del “aprender a aprender” y de la autonomía.

Han preparado decoraciones y trabajos de plástica que luego, ellos mismos, se han ocupado de ir rompiendo poco a poco, cada vez que pasaban por el pasillo.


Mis alumnos no hablan: si les preguntas o propones temas (por algo que han hecho o por cualquier otra cosa, para trabajar la expresión oral) solo ves movimientos de cabeza, afirmativos o negativos. Pero jamás oirás su voz.

Eso sí, cada día al menos 4 niños (y digo “al menos”) han pegado a otros tantos (patadas, bofetones, puñetazos, empujones, zancadillas por escaleras…).

Y dando datos, al menos 3 alumnos tienen trastorno de lectoescritura, al menos 2 presentan déficit de atención, al menos dos presentan hiperactividad, y otros dos … no sabemos (todo ello analizado –que no diagnosticado- por profesionales del cole) pero no sé si alguna vez llegarán a tener un diagnóstico, porque para eso hay que visitar a algún médico.  También calculo que otros 3 llevarán gafas tarde o temprano (cuando visiten a un oculista…).

He oído cientos de veces de sus padres que me olvidara de tanto conocimiento, tanta suma y tanto trabajo, que sus hijos son pequeños.

En fin. Que no ha sido un buen año. Y lo he echado todo aquí, lo siento.  Y espero que empiecen sus vacaciones. Y esperaré a que cumplan los 12 y ver su evolución. Y espero descansar y querer volver a empezar en septiembre. Aunque, a día de hoy, no lo tengo claro.

Ah! La foto de hoy es mía, de este curso.

4 comentarios:

  1. ¡Ánimo! Hay que ver el vaso medio lleno, seguro que solo es una visión pesimista y pasará.
    Una maestra

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  2. Gracias! Ha sido duro y agotador. Entre todos no hemos conseguido cambiar la dinámica del grupo.

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  3. Anna: a todos nos ha tocado (y seguramente,nos seguirá tocando)trabajar con grupos complicados; pero también en nuestra carrera tenemos la suerte de gozar al enseñarles a grupos maravillosos :) y muchas veces, con el tiempo, advertimos a la distancia logros que en cercanía no hemos podido ver o rescatamos todo lo que aprendimos en esa experiencia!!!! Aquí decimos: "una de cal, una de arena"
    Buenas vacaciones, que con las energías renovadas, al regreso se verán algunos frutos!
    Cariños

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  4. Gracias MªJosé. Sé que es así, que hay grupos y grupos. Eso no quita que este (para ser de niños de 6 años) haya sido especialmente duro.
    Necesito vacaciones!!!
    PS: aquí también usamos "la cal y la arena".
    Un beso!

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